Noticias en Colima
Castigar a los aliados con aranceles y amenazas no fortalece alianzas, las erosiona. Agredir a socios comerciales clave en nombre de la autosuficiencia puede generar aplausos en casa por unos días, pero tarde o temprano pasa la factura en forma de inflación, desabastecimiento o pérdida de competitividad. Enfrentar a adversarios extranjeros sin una coalición sólida detrás convierte a la potencia más grande del mundo en una fuerza aislada y predecible, más fácil de contrarrestar. Y usar el aparato del Estado para atacar a los opositores internos convierte el ejercicio de gobierno en una cruzada personal, mientras se descuidan las verdaderas prioridades del país.
La política exterior y comercial no puede conducirse como si fuera un programa de reallity show ni un ring de boxeo permanente. Las guerras múltiples —aunque sean simbólicas o económicas— terminan agotando la credibilidad, los recursos y la legitimidad. Lo que estamos viendo hoy es el resultado previsible de una estrategia sin horizonte, sin aliados duraderos, sin consistencia institucional. Y el problema no es solo para quien la impulsa: sus consecuencias se sienten en los mercados, en las relaciones diplomáticas y en la vida diaria de millones de personas, dentro y fuera de sus fronteras.
Pensar estratégicamente es saber elegir bien las batallas, y más importante aún, saber cuándo no librarlas. Porque no todo conflicto se gana, y no todo oponente se derrota golpeando más fuerte.